CONTRATAPA
Esta quiere ser una reflexión sobre lo común y la comunidad, pero además, indirectamente, un esfuerzo por comprender la lógica de la multitud. El desafío consiste en evitar una concepción excesivamente molar, heroica o voluntarista de la multitud.
¿Cómo atender a la evidencia de que detrás de la imagen un poco totalizante en que nos contemplamos como sujetos, se agitan subjetividades extemporáneas o intempestivas, que experimentan futuros todavía impalpables, que reconcetan con virtualidades inmemoriales, ensayando las singularidades más diversas? ¿Cómo crear espacios heterogéneos, con tonalidades propias, atmósferas distintas, en los que cada uno se enganche a su modo? ¿Cómo mantener una disponibilidad que propicie los encuentros, pero que no los imponga, una tensión que permita el contacto y preserve la alteridad? ¿Cómo dar lugar al azar, sin programarlo? ¿Cómo sostener una "gentileza" que permita la emergencia de un hablar donde crece el desierto afectivo? Este conjunto de textos apunta a descubrir una comunidad allí donde no se veía comunidad, y no necesariamente para reconocer una comunidad allí donde todos ven comunidad. No por pretensión de ser extravagantes, sino para producir una ética que contemple también la extravagancia y las líneas de fuga, los deseos de comunidad emergente, formas de asociarse y disociarse que están surgiendo en los contextos más auspiciosos o más desesperantes.
FRAGMENTO
Entrevista a Peter Pál Pelbart
Cuando uno piensa está en guerra contra sí mismo...
Por el Colectivo Situaciones
La presencia de Deleuze y Guattari en tus textos es muy grande, y más allá del uso conceptual, se percibe una cercanía constante. Incluso a la hora de nombrarlos da la sensación de que estuviesen cerca, como si fuese una presencia que debería ser evidente para el que está leyendo. Quisiéramos saber cómo es esa presencia para vos, cómo la vivís y la elaborás, cómo es tu relación con esos textos.
Me gusta cómo contó una vez Pierre Lévy el modo en que conoció a Deleuze y Guattari. Él fue convocado al servicio militar y estuvo un año en prisión por desobediencia, por deserción. Y allí los conoció leyendo El Anti-Edipo, y dijo que al leerlos se le abrieron todas las puertas, ventanas y paredes de la prisión. Mi encuentro fue mucho menos épico. Yo viví algunos años en un kibutz en Israel. Allí desde las cuatro de la mañana hasta el mediodía trabajaba en el campo con un tractor. Tenía, creo, diecinueve años. Después del almuerzo dormía un poco y luego tenía toda la tarde libre para leer. Leía Cortázar, y ahí me crucé con El Anti-Edipo. No sé qué habrá hecho en mí en un contexto como ese, comunitarista y colectivista como era el kibutz; pero me produjo algún efecto que más de veinte años después no sé si todavía pude entender. Unos años más tarde me fui a París a estudiar filosofía y todos estos filósofos todavía estaban vivos. Eran los últimos pensadores próximos al Mayo del 68: en el 80 Deleuze daba sus clases en Saint Denis, también daba Derrida en la École Normale; así como Châtelet, Lyotard, Serres; estaban todos. Pasé tres años, hasta la graduación, completamente alucinado. Más tarde conocí a Guattari en Brasil, a través de Suely [Rolnik], y fue una relación muy inmediata y fuerte.
Vemos diferentes usos o modos de hacer presente la obra de Deleuze. Hay un uso un tanto abusivo, que a nosotros nos causa cierto malestar, al que podría llamárselo "deleuzianismo". Y, por otro lado, lecturas más cuidadosas, más personales. Esta última fue la sensación que tuvimos al leer en tus textos las recurrencias en temas, problemas y recorridos referidos a Deleuze. La idea era preguntarte si vos habías pensado en estas diferentes lecturas.
A mí también me aplasta esta adhesión incondicional, doctrinal, partidaria e ideológica a Deleuze. Lo mío es más bien una intimidad
blanchotiana diría, con una cierta distancia. Creo que la obra de Deleuze no es un sistema, una doctrina, un conjunto de reglas; para mí todavía es un pensamiento muy enigmático. Veo que hay muchos agujeros, muchos saltos que no entiendo; distintos tonos. Creo que cuando lo que se hace es simplemente "adherir", se aplastan otras dimensiones, algunas de las cuales vengo trabajando últimamente. Veo a los "deleuzianos" a la luz de una fórmula con la que Toni Negri nombro una vez a Deleuze: como un sacerdote de la alegría. Y a Deleuze eso lo incomodaba. Por eso el "deleuzeanismo" como una especie de sacerdocio de la alegría tiene sus peligros; y no es que eso no esté en Deleuze, está, pero de otra manera. Creo que en Deleuze hay muchos momentos en los que habla por ejemplo de cosas como la apatía, el agotamiento, el dolor, la tristeza. Nunca lo hace de una manera piadosa, ni religiosa, ni en un tono de negatividad. Tal vez podríamos empezar a pensarlo conceptualmente. Un heideggeriano residente en Brasil leyó Diferencia y repetición y dijo: "impresionante, no hay negatividad en ese libro". Algo que podríamos considerar un elogio, él lo tomó como un absurdo filosófico. Pero yo creo eso mismo: que estas figuras que aparecen en Deleuze no son figuras de la negatividad. Y es muy difícil de pensarlas, ya no como signo de la negatividad, sino como otra cosa. Por eso me interesa la relación de Deleuze con Blanchot. Blanchot es un autor poco conocido, poco trabajado, está muy encerrado en la escuela literaria, mucha gente piensa que es un crítico literario; yo creo otra cosa. Influenció mucho a toda una generación entre los que está Derrida, Deleuze y también Foucault de una forma no muy palpable, no se sabe bien cómo, con su noción del afuera, y con la idea del Morir distinta de la Muerte: morir como una especie de proceso vital. Creo también que hay en Deleuze toda una compleja relación con lo impensable. Es una relación que existe también en Heidegger pero de otra manera, con otro tono; y quizá el tono sea lo esencial. El tono es como el termómetro de un tipo de pensamiento. ¿Qué mueve un pensamiento en el que lo lee, lo escucha, lo trabaja? ¿Qué produce? ¿Qué forma de parálisis, qué forma de movilización? Si quisiera organizar esto conceptualmente, no tengo mejor fórmula que la de Nietzsche: el pensamiento es siempre expresión de un tipo de vida, síntoma de una manera de vivir. Entonces uno no se pregunta si un pensamiento es verdadero o falso. Pregunta en cambio qué tipo de vida pide pasaje, qué tipo de vida está afirmándose junto a ese pensamiento. Y es muy difícil, porque uno pasa del dominio de conceptos puros a esa especie de evaluación de maneras de vivir, de formas de vida, que son muy distintas. ¿Qué formas de vida se afirman en el dominio discursivo, filosófico?
AUTOR/A
Peter Pál Pelbart nació en Budapest en 1956. Llegó a Brasil siendo joven; fue a estudiar en la Sorbona, en París, y regresó a Brasil en los 80. Terminó sus estudios de maestría y doctorado en la Pontifícia Universidad Católica de São Paulo . Filósofo, traductor y reconocida referencia en el campo de estudios y reflexiones acerca de Gilles Deleuze, se desempeña como profesor en el Departamento de Filosofía y en el Centro para el Estudio de la Subjetividad del programa de posgrado en Psicología Clínica de la PUC-SP. Fundó y coordina el grupo Companhia Teatral Ueinzz, en el que trabaja con pacientes y ex-drogadictos de una guardia psiquiátrica en São Paulo, y es uno de los fundadores de la Editorial n-1, que se dedica a la publicación de “libros-como-objetos” que actualizan y problematizan preguntas contemporáneas cruciales.
ARTE DE TAPA
Juan Pablo Fernández. Rústica con solapas.
Índice
Diálogo Peter Pál Pelbart - Colectivo Situaciones 7
I . La vida (en) común
La comunidad de los sin comunidad 21
Cómo vivir solos 43
El cuerpo del informe 51
II. Subjetividad contemporánea
Eu(reka) 69
Sobre la claustrofobia contemporánea 85
La gorda salud dominante 107
III . La locura en escena
Ueinzz, viaje a Babel 141
Esquizoescena 157
Filosofía para porcinos 167
El inconsciente desterritorializado 189
IV. Variaciones teóricas
Consideraciones sobre lo intempestivo 223
Hacés falta, Gilles, pero igual nos las arreglamos 239
Imágenes de tiempo en Deleuze 247
V. Travesías
"¡Acordarme de olvidar a Lampe!" 259
La vergüenza y lo intolerable. Cine y holocausto 269
Travesías del nihilismo 291