CONTRATAPA
"Lo ch’ixi apareció en mi horizonte cognitivo cuando todavía no sabia nombrar aquello que había descubierto a través de mis esfuerzos de reflexión y de práctica, cuando decía ‘esa mezcla rara que somos’.
Aprendí la palabra ch’ixi de boca del escultor aymara Víctor Zapana, que me explicaba qué animales salen de esas piedras y por qué ellos son animales poderosos. Me dijo enconces ‘ch’ixinakax utxiwa’, es decir, existen, enfáticamente, las entidades ch’ixi, que son poderosas porque son indeterminadas, porque no son blancas ni negras, son las dos cosas a la vez. La serpiente es de arriba y a la vez de abajo; es masculina y femenina; no pertenece ni al cielo ni a la tierra pero habita ambos espacios, como lluvia o como río subterráneo, como rayo o como veta de la mina.
Sobre las premisas de una brújula ética y la igualdad de inteligencias y poderes cognitivos –ciertamente expresables en una diversidad de lenguas y epistemes- podrá tejerse quizás una epistemología ch’ixi de carácter planetario que nos habilitará en nuestras tareas comunes como especie humana, pero a la vez nos enraizará aún más en nuestras comunidades y territorios locales”.
FRAGMENTO
En todas las aguas que (re)corrieron los feminismos históricos flota una inconformidad latente: ya estamos cansadas de ser socias honorarias de fraternidades masculinas (partidos políticos, sectas, congregaciones, gremios, iglesias, corporaciones, equipos de fútbol…). Aunque me pregunto: las mujeres realmente ¿queremos que los varones sean socios honorarios en una sororidad o antifratría femenina? Para salir de esta disyuntiva asfixiante (double bind) hay que pensar en alguna forma de tejido intermedio. Es, precisamente, la idea o el deseo de lo ch’ixi lo que permite crear un taypi o “zona de contacto” donde se entretejen el principio femenino y el principio masculino de manera orgánica, reverberante y contenciosa. Habitar el mundo-de-en medio tejiendo las wak´as como alegoría de la batalla cósmica entre fuerzas opuestas convierte a la violencia en un principio de otra naturaleza: lo salvaje revivifica a lo civilizado, lo femeninose opone y complementa a lo masculino; el tejido incorpora a la guerra. Esta alegoría nos lleva de la mano a la idea de un mundo ch’ixi como posible horizonte de transformación emancipatoria. Al vivir en medio de mandatos opuestos, creando vínculos con el cosmos a través de alegorías, el equilibrio ch’ixi, contradictorio y a la vez entramado, de las diferencias irreductibles entre hombres y mujeres (o entre indixs y mestizxs, etc., etc.) haría posible otro mundo. Este deseo puede adquirir diversas formas materiales: una comunidad de agricultorxs urbanos, una pareja de pasantes de preste que no quiere trepar la escalera del progreso, e incluso algo tan pequeño como agarrar una wak’a (o mejor aún, tejerla) y envolvernos la cintura. Pero si bien lo ch’ixi es un desafío explícito a la idea de lo Uno, no podemos olvidar que hay una sola pacha, un solo planeta, no hay otro de repuesto. Y este planeta, nuestro planeta tierra y su entorno etéreo, están atravesando por una grave crisis. En vista de ello, no sería posible salirse de un marco ético de planetariedad a título de lo ch’ixi.
Puede que haya muchas maneras y lenguajes para pedirle perdón a la Pacha, para sanarla o lastimarla, pero ella es una sola. Tiene formas, tiene ojos, tiene bocas, tiene oídos, tiene lugares fuertes, lugares peligrosos; es un organismo complejo y múltiple que recién estamos comenzando a comprender y es urgente hacerlo. Deseamos establecer los sitios y trayectos que nos mueven a caminar (sarnaqawi); los espacios sedentarios del lurawi; los circuitos de memorias del planeta que también están inscritos en nuestros cuerpos. Nuestra trashumancia misma transita por caminos diversos, por marcas ancestrales que aún no conocemos, por nombres oblicuamente recordados. Esos nombres son huellas, esconden toponimias y coordenadas cósmicas.
AUTOR/A
Silvia Rivera Cusicanqui (La Paz, 1949) alguna vez le dijeron despectivamente sochóloga: mezcla de socióloga y chola. Ella hizo del ataque su bandera. Además es historiadora y ensayista. Fue docente de la Universidad Mayor de San Andrés. Dio cursos en universidades de México, Brasil, España, Estados Unidos y Argentina. Fue directora y co-fundadora del Taller de Historia Oral Andina (THOA). Tiene una extensa trayectoria militante. Hoy integra Colectiva Chi´xi.
ARTE DE TAPA
Diseño: Juan Pablo Fernández. Imagen: Cuadro “Obra” de Mónica Millán.
Rústica con solapas.