CONTRATAPA
INTRO
Ricoteros, no ricoteros, incluso anti ricoteros, todos acuerdan en que Los Redondos son algo distinto, sin siquiera mucha necesidad de argumentar: es una verdad sensible. Incluso los no ricoteros tie- nen su relación personal con la banda. Porque Patricio Rey es muy especial: el efecto exuberante de su presencia sin permiso fuerza al medio a posicionarse en torno suyo de una u otra manera. Especial, fundante de especie, pero ¿por qué tanta historia con una banda de rock?
La propuesta de la banda fue tomada por multitudinarias pasio- nes para afirmarse, para pensarse, para agruparse, incluso para orientarse, mapear el mundo, elaborar una política de olfatos, un régimen de afectos y enemistades, un régimen donde la estética, el gusto, es un organizador de confianzas y distancias. Y a su vez la banda tomó los nervios y las alegrías que esas multitudes organiza- ron en su fuego como brújula y alimento de su viaje.
La especialidad ricotera se evidencia por la fuerza de su presencia, desborde y proliferación; Patricio Rey no compite, no asciende, no conquista: pone a rodar discos de furia festejante, baila en las lla- mas –en llamado– y se va. Pero ¿qué hace a esa especialidad? ¿Por qué los Redondos son los Redondos? Los misterios no pueden re- solverse, pero pueden transformarse en misterios mejores.
Los Redondos, fiesta y resistencia, chorrearon todas las épocas, los 70, los 80, los 90; rompieron en 2001 y su desborde se confunde con el de una era política en Argentina.?Fueron un campo sensible: laboratorio, fábrica y campo de entre- namiento de inquietudes estéticas y políticas disidentes. Con su música, sus frases, sus imágenes y sus recitales, Patricio Rey apa- drinó un carnaval subterráneo para sobrevivir la dictadura, una fiesta rabiosa para atravesar el retorno democrático, y un escep- ticismo fértil que habitó el agotamiento de la representación sin apatía ni nihilismo; un raje, siempre, del orden del día.
Ese raje, tan especial, abre una perspectiva desde la que leer nues- tra historia, recordar lo eterno, disputar el presente. No hay un día donde por la calle en esta ciudad no suenen los Redondos. Redon- dos, una fiesta donde decir nada es verdad salvo nuestro grito, este grito que abarca el cosmos. Aguante y creación, mapa del mundo y orientación en el desastre: sin astros, desconfiados de cualquier ídolo, bailando los designios de nuestro dios pagano, Patricio, esta realeza del nosotros.
FRAGMENTO
MÉTODO: PASIONAL, GEOLÓGICO Y BAILADOR
Esta es una investigación sobre la singularidad de los Redonditos de Ricota y su incidencia en la cultura argentina. Hay investiga- ciones que no se centran en levantar tapetes ni buscar testigos de lujo. Investigaciones que parten de una concepción cartográfica de las cosas no segmentadas, no encasilladas, precisamente porque si las cosas residieran en sitios sobredeterminados y con guardianes privilegiados, no habría interés en buscarlas: no atañería realmen- te a nuestra sensibilidad, no sería nuestro problema. El interés de objetividades remotas es una elusión del compromiso corporal con las corrientes de las cosas. No están, las cosas, las historias, en otro lugar que en nuestros cuerpos. No es preciso ir a buscarlas, ni adoptar puntos de visualización panorámica (siempre sustraídos, por arriba, del entorno). Porque “todo se toca con todo” en el senti- do de que los vasos comunicantes no son algo exterior a las cosas; las cosas mismas y los cuerpos son los capilares comunicantes. No hay que salir a observar, hay que intensificar la presencia. In- vestigar es juntarnos y elaborar ondas que cacen resonancias, geo- lógicamente, en nuestros cuerpos. Nuestros cuerpos cargan la in- formación potencial de la historia universal. La información está acá, y por eso el método es encontrarnos una, y otra, y otra vez (tantos encuentros como sean necesarios), agitarnos con señales – ideas, preguntas, canciones, sentencias...– y atender la data que eso toca. Si inventamos algo, son sólo herramientas de entendimiento; enorme tarea la de entender las fuerzas que nos mueven. Entender por ejemplo los vectores del gusto –¿de dónde sale, qué trafica, el gusto, tan contundente, tan en principio “sin razón”?–; entender las alteraciones multitudinales de la sensibilidad, de la intolerancia, del placer. Los encuentros –en multitud, de a tres o cuatro– son los movimientos transformadores y son, también, los dispositivos de captación y elaboración.
Puede investigarse, incluso, a ojos cerrados. Un tanteo metódico de las fuerzas entre las que nos movemos; una metodología táctil. La investigación ricotera es un baile que convierte lo obvio en pre- gunta, y que vuelve indiscernibles cuerpo y mundo. Los cuerpos informados, soporte de la investigación geológica, inician, al fin, un viaje, se entregan a encuentros nuevos y ampliados, a donde los lleven las resonancias de su investigación.
Porque en efecto, Los Redondos son algo que nos pasa, que siem- pre nos ha pasado: una furibunda pasión. Un sentimiento inexpli- cable... Por eso los clásicos fustigaban las pasiones, se sabe: porque el sujeto es un ente pasivo y la cosa es la que pasa; la pasión nos vuelve objetos de su pasar, muñequitos enfervorizados.
Pero investigar una pasión es redoblar la apuesta. Aceptar lo que nos toma y habitarlo con una pregunta que no busca convertirse en respuesta sino en experiencia. No busca resolver el misterio sino enriquecerlo.
Pasión activa, activismo pasional. Al fin y al cabo, la nostalgia es algo que sólo cabe en los objetos fetichizados. Sólo concibiendo que la cosa –los Redondos, Patricio Rey– es una existencia exte- rior, mágicamente hecha, puede asentarse una pasión nostálgica –nos quitaron el mayor juguete, el tótem de la tribu–. Y no sólo de lo pasado puede haber nostalgia: el fetiche produce también nostalgia en vivo. Aun con el objeto activo, la idolatría fetichista comporta una nostalgia en el presente, porque el carozo aconteci- mental nunca está acá.
No: la pasión activa indica que la cosa es nosotros y nosotros somos la cosa. La investigación pasional no trata una cosa otra, ajena, con técnicas de la distancia objetiva; trata una existencia que importa en su sentido, es decir, en su encarnación (la fuente acontecimen- tal está siempre acá).
Lejos, por tanto, del fan club. Afirmar algo (una objetualidad, no una objetividad) no es cerrarse, encerrarse en el barrio privado del –en este caso– ricoterismo. No queremos transformar al animal en mascota. Afirmar algo a fondo es llevarlo de viaje. Afirmar algo a fondo es investigar precisamente su apertura al mundo, su con- dición de nave porosa. Algo radicalmente apropiado es susceptible de ser usado para medir cualquier otra cosa; cualquier cosa puede servir para medir cualquier otra, si con ella fundamos parámetros. Celebrar a Los Redondos es honrar pila de fuerzas y modos que los exceden (una celebración que empieza y termina en el mismo pun- to es onanista); pensar Los Redondos es pensar un enorme mapa del mundo. El mundo es un conflicto de mapas, por supuesto; hay mapas dominantes, mapas críticos, mapas olvidados, mapas secre- tos, mapas mutantes, mapas de mapas; mapas de historias de los geologismos pasionales, estéticos, políticos, que mueven al mundo sin dejar monumentos, historias fuera de la Historia, que cuando terminan puede hasta incluso parecer que nada sucedió, o que su- cedieron cosas sin efectos, que todo sigue igual, pero sin embargo los afectados clandestinamente saben, saborean, que el mundo cambió para siempre.