CONTRATAPA
Este pequeño libro constituye un ejercicio de lectura de Marx a la luz de un tema fundamental en los debates críticos contemporáneos: la producción de subjetividad. No es ésta, evidentemente, una fórmula que se encuentre en los textos marxianos: el anacronismo conscientemente practicado apunta, sobre todo, a producir un cortocircuito temporal, a echar luz sobre las problemáticas de Marx y a definir mejor nuestro presente.
La originalidad de Marx coincide con su intempestividad. En estas páginas, Marx es interrogado a partir de la exigencia de pensar políticamente el presente, a fin de identificar la naturaleza específica de las relaciones de explotación y dominación que constituyen al capitalismo contemporáneo, así como de interpretar la radicalidad de las luchas en las que constantemente se reproduce y recualifica la cuestión de la liberación. En el punto de intersección de estos dos ejes, Marx nos convoca a pensar la producción de la subjetividad.
FRAGMENTO
“Te equivocarías si pensaras que yo ‘amo’ los libros” –le escribio? Marx a su hija Laura en 1868–. Y continuaba: “soy una ma?quina condenada a devorarlos para vomitarlos de una forma nueva, como abono en el suelo de la historia” (MEW, XXXII, p. 545). De esta imagen parte la lectura de Marx recientemente propuesta por Pierre Dardot y Christian Laval en un encomiable libro (Dardot y Laval 2012). Singular metabolismo el alli delineado: libros, autores y teori?as tritu- radas a partir de una máquina de lectura que los devuelve “bajo una nueva forma” a la historia para tornarla ma?s fe?rtil. Un continuum de variaciones y repeticiones sobre temas heredados de la historia para producir, desde su interior, aquellas innovaciones que deben volver a la historia. No es necesario exagerar el significado de esta “confesión” privada de Marx a su hija en el an?o de su matrimonio con Paul Lafargue; sin embargo nos da una pista que vale la pena seguir para volver a leer a Marx hoy.
Desde el prefacio de Engels al segundo tomo de El capital (1885), el marxismo construyo? de Marx una imagen muy diferente: la del innovador absoluto, “que ofreci?a –a quien supiera utilizarla– la clave para la comprensio?n de toda la produccio?n capitalista” (C, II, 4, p. 19-20). El pensamiento de Marx es presentado, asi?, como un sistema compacto, construido sobre la base de una serie de “descubrimientos” (la lucha de clases, la fuerza de trabajo, la plusvali?a, ciertas leyes) y una serie de “cesuras” radicales con todo lo que le habi?a precedido y con sus consabidas “tres fuentes”: la filosofi?a alemana, la economi?a poli?tica inglesa y el socialismo france?s. Glosaba Lenin en 1913: “La doctrina de Marx es todopoderosa porque es exacta. Es completa y ordenada y da a la gente una concepcio?n monoli?tica del mundo, una concepcio?n intransigente con toda supersticio?n, con toda reaccio?n y con toda defensa de la opresio?n burguesa”. (Lenin 1913, p. 61).
Y es de este Marx –el Marx del marxismo– del que tenemos que tomar distancia. Claro, muchas veces repetimos la frase que Marx pronuncio?, segu?n Engels, a fines de 1870: Tout ce que je sais, c’est que je ne suis pas marxista [todo lo que se? es que no soy marxista] (MEW, XXXVII, p. 436). No se trata, hoy, de volver a proponer un Marx “cri?tico del marxismo”. El “marxismo” no es ya (si no muy marginalmente) un “instrumento de poder”, para citar las palabras usadas por Maximilien Rubel –gran estudioso de Marx y cri?tico implacable del marxismo– en su feroz pole?mica antisovie?tica (Rubel 1974, p. 8). Lo que hoy se presenta como “marxismo” –tanto en el mundo aca- de?mico como en la accio?n de fuerzas poli?ticas que en muchas partes del mundo siguen referencia?ndose con aquel– es un conjunto diverso de lenguajes teo?ricos y poli?ticos, rara vez capaces de conquistar hegemoni?a desde el punto de vista “ideolo?gico” (otra cuestio?n que preocupa mucho a Rubel). A menudo, los “marxistas” de nuestros di?as –los que se presentan como “marxistas”– reproducen los tonos que fueron recie?n destacados en la cita de Lenin: pero aquellas armas que hace un tiempo servi?an para cambiar el mundo, dentro de grandes batallas y movimientos histo?ricos, hoy son simples caricaturas. Las lecturas y los usos ma?s interesantes y creativos de Marx –interesantes y creativos desde el punto de vista de lo que estaba en el corazo?n de Marx; es decir, desde el punto de vista de la cri?tica “al estado de cosas actual” (IA, p. 37)– muchas veces esta?n situados fuera del “marxismo”. Dudo, en lo personal, que hoy tenga sentido proponerse el objetivo de refundar el marxismo, sobre todo si con este te?rmino se entiende un sistema de pensamiento capaz de explicar la totalidad del mundo a partir de los conceptos y del vocabulario de Marx. Dudo, tambie?n, de que se puede proponer una “idea comunista” –segu?n la formulacio?n de Alain Badiou (2009)– sin regresar a los textos marxistas, sin apropiarse de ellos creativamente. Esta doble duda esta? en el origen de la lectura de Marx ma?s alla? del marxismo que propongo en este pequen?o libro.
AUTOR/A
Sandro Mezzadra es un politólogo italiano. Doctor en Historia de Ideas Políticas de la Universidad de Turín y docente de la Universidad de Bolonia. Participó en distintas experiencias ligadas a centros sociales italianos y a proyectos de autoorganización de las personas migrantes en Europa.
ARTE DE TAPA
Diseño de Juan Pablo Fernández sobre “S/N Nro. 3”, de Santiago Ney Márquez. Rústica con solapas.