CONTRATAPA
Marx ha contribuido enormemente al desarrollo del pensamiento feminista, entendido este como parte de un movimiento de liberación y de cambio social, no sólo para las mujeres sino para toda la sociedad.
Al mismo tiempo, el feminismo nos ha dado herramientas para hacer una crítica a Marx. Este es uno de los aportes más importantes a nivel teórico del movimiento feminista de los años setenta, del que formé parte. Criticamos fuertemente a Marx porque se enfrentó a la historia del desarrollo del capitalismo desde el punto de vista de la formación del trabajador industrial asalariado, mientras que obvió problemáticas luego cruciales en la teoría y la práctica feministas. Toda la esfera de las actividades centrales para la reproducción de nuestra vida, así como el trabajo doméstico, la sexualidad, la procreación. De hecho, no analizó la forma específica de explotación de las mujeres en la sociedad capitalista moderna.
En este sentido, lo que vemos a finales del siglo XIX con la introducción del salario familiar, del salario obrero masculino, es que las mujeres que trabajaban en las fábricas son rechazadas y enviadas a casa, de forma que el trabajo doméstico se convierte en un trabajo principal y se vuelven dependientes. Esta dependencia del salario masculino define lo que he llamado "el patriarcado del salario". El varón tiene el poder del salario y se convierte en el supervisor del trabajo no remunerado de la mujer. Y tiene también el poder de disciplinar. Esta organización del trabajo y del salario, que divide a la familia en dos partes, crea una situación donde la violencia está siempre latente.
(De "A modo de introducción. Marxismo y feminismo: historia y conceptos").
FRAGMENTO
Marx no reconoce en ningún punto de El capital que la reproducción de la fuerza de trabajo implica el trabajo doméstico no retribuido de las mujeres ?preparar la comida, lavar la ropa, criar a los hijos, hacer el amor?. Por el contrario, insiste en representar al trabajador asalariado como un ente que se autorreproduce. Incluso cuando considera las necesidades que el trabajador debe satisfacer, lo concibe como un comprador de mercancías autosuficiente, e incluye entre sus necesidades vitales la comida, el alojamiento y la ropa, pero curiosamente omite el sexo, ya sea obtenido en el sistema familiar o comprado, lo que sugiere que la vida del hombre proletario es intachable y que el trabajo industrial solo corrompe la moral de la mujeres (Marx, 1990: 275 [ed. cast.: 486]). De este modo se niega la condición de trabajadora de la prostituta y se la relega a ejemplo de la degradación de las mujeres, perteneciente al «sedimento más bajo de la población excedente», ese lumpemproletariado (Marx, 1990: 797 [ed. cast.: 802]) que describe como «escoria de todas las clases» en El 18 Brumario de Luis Bonaparte (Marx, 1968).
AUTOR/A
Silvia Federici nació en Parma, Italia, en 1942. En 1967 se mudó a Estados Unidos, donde reside hasta hoy. Actualmente es profesora en la Hofstra University de Nueva York. En los 60 se involucró en el movimiento estudiantil y en el movimiento contra la guerra. En esa misma época se sumó al movimiento feminista con una perspectiva de clase. Fue una de las animadoras de la campaña internacional Wages for Housework. Durante los 80 trabajó como profesora en Nigeria, una experiencia muy influyente en su obra posterior, dado que allí presenció la ofensiva de las compañías petroleras y el FMI contra las tierras comunales y el sistema educativo, un proceso similar a la acumulación originaria que teorizara Marx en relación a los cercados de tierras. Ambas trayectorias confluyen en sus obras. El libro “Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria”, ya es un clásico para las nuevas generaciones de feministas.
ARTE DE TAPA
Diseño: Juan Pablo Fernández sobre cuadro de la obra “La extraña forma de contar una historia” de Paula Otegui.